El arte del dicho, provoca pensar en lo que buscamos. El autor decreta: si para obtener azul, hay que controlar el tiempo, ¡hagámoslo!

Los textos caen ligeros como gotas de lluvia; sin embargo, rebotan en el pavimento y salpican hacia todos lados, calculando reflexiones en el rumbo de perspectivas originales y autónomas. 

Qué es eso dicho tantas veces que hoy, con el filtro de Claudio Martínez, nos retumba o palidece: respeto, trabajo, dinero, crecimiento…

Sus apuntes, son nostalgia metida dentro de cápsulas, listas para ingerir…

Su agudeza es la memoria, cuál tortura imaginaria, cuando se atreve a preguntar ¿qué nos define?

Se habla a él mismo y, en simultáneo, nos lleva por diálogos introspectivos en los que nos toca la puerta, deja el texto y desaparece.

…nos habla de meta, tiempo, sacrificio, “nuncas” y descanso,  triturando nuestra sonrisa a golpe de picahielos.

El arte de sus gritos está en el arte del dicho: “Porque aún me cuesta trabajo entender que ‘Amar’ es diferente a ‘Tener…’

El arte de sus juegos está en que realmente juega a “tener hambre para comerte al mundo”. Claudio no pierde en las discusiones, porque no tiene dos tiempos para la crítica y al final respira: “Recuerda porque perdonaste”.

Los textos breves avanzan como locomotora y en las pausas de sus “Bellezas cotidianas” encontramos al león mirándose en el espejo de una flor.

El arte del dicho, contiene la poética racional, intuitiva y espontánea de un escritor que se introduce en laberintos para desatar sus propias confusiones  y revelar, con honesta valentía,  su ser amoroso.